Monday 2 de June, 2025

OPINIóN | 22-05-2025 19:56

En el reino de los indiferentes

Qué dice la participación de solo 47 por ciento en las elecciones porteñas sobre el particular momento de la Argentina. Insatisfacción democrática.

Con el apoyo bien tácito del 47,7 por ciento del electorado, un candidato virtual que podríamos llamar Sr/a Nadie se anotó un triunfo resonante en los comicios municipales porteños del domingo pasado. El segundo lugar se vio ocupado por el vocero gubernamental Manuel Adorni, que cosechó un poco más del 16 por ciento, seguido por los representantes del peronismo, el macrismo y más de una docena de otras facciones escindidas de agrupaciones mayores.

Así las cosas, los resultados nos dijeron muy poco sobre lo que realmente quieren quienes viven en la Ciudad Autónoma. Acaso lo único que quedó claro es que muchísimos daban por descontado que todos los políticos son iguales y que por lo tanto no valdría la pena intentar discriminar entre ellos, razón por la cual decidieron boicotear las urnas electrónicas. Para desconsuelo del kirchnerista Leandro Santoro que, alentado por las encuestas, había esperado superar a Adorni, los más desanimados resultaron ser los habitantes de los barrios tradicionalmente peronistas del sur de la ciudad.

El que apenas la mitad del electorado se diera el trabajo de participar en elecciones que, de acuerdo común, incidirían en la imagen internacional del país y por lo tanto en la marcha de la economía, es un detalle que claramente no preocupa a Javier Milei, su hermana Karina y otros militantes libertarios. Festejaron con júbilo el escuálido 30,13 por ciento de los votos efectivamente emitidos que obtuvo Adorni, tomándolo por evidencia de que casi todos los porteños apoyan con entusiasmo la estrategia económica del hombre de la motosierra. Aún mejor, desde su punto de vista, fue la debacle sufrida por el rival principal de La Libertad Avanza, el Pro de Mauricio Macri. Es que los libertarios quieren apropiarse del electorado del Pro sin por eso estar dispuestos a ceder nada a sus dirigentes a menos que se arrodillen ante los nuevos dueños del espacio que durante más de ocho años habían ocupado.

“Hoy se pintó de violeta el bastión amarillo, Ahora, a pintar de violeta todo el país”, gritó Milei al confirmarse los resultados electorales. No ignorará que el color que es de suponer eligió Karina para el movimiento que encabeza se encuentra en un extremo del espectro cromático y que está mucho más cercano al azul favorecido por los kirchneristas que al amarillo macrista. Sucede que, si bien las doctrinas económicas de Milei son muy distintas de las peronistas, dista de serlo su forma de comportarse.

Bien que mal, la belicosidad rayana en la histeria que es parte del show con el que mantiene cautivo a su público no lo ha perjudicado en absoluto. Es en buena medida gracias a ella que puede congeniar con los jóvenes pobres del conurbano que celebran la violencia verbal que es una de sus señas de identidad y sienten que, no obstante la erudición austríaca y cabalística que se atribuye, en el fondo es uno de los suyos.

En política, dejarse llevar por el triunfalismo puede ayudar a crear un clima que sea beneficioso para los líderes de movimientos como el generado por Milei que se sienten obligados a brindar la impresión de creer ciegamente en los méritos de lo que están haciendo. Así pues, los mileístas tienen forzosamente que aprovechar al máximo cualquier logro que podría ayudarlos a convencer a los demás de que están destinados a dominar el país.

A pesar de ciertos pasos en falso, como el que dio lugar al caso de $Libra que sigue ocasionándoles problemas legales, y el escándalo desatado por el empleo por personajes vinculados con el equipo propagandístico del gobierno de videos truchos en que simulacros digitales de Macri y Silvia Lospennato pedían a sus simpatizantes votar a Adorni, un asunto que andando el tiempo podría costarles muy caro, en este ámbito los mileístas siguen acumulando éxitos. Tienen buenos motivos para confiar en que los que antes votaban a Pro los apoyen en las próximas elecciones por temor a las alternativas, mientras que, por afinidad cultural y por entender que les convendría subirse al carro vencedor, también lo harán muchos peronistas.

Es comprensible que, después de pasar por un hipotético período de idealismo juvenil, tantos integrantes de “la casta” se conviertan en oportunistas o, como ellos dirían, en pragmáticos. Para sobrevivir en la jungla política es necesario contar con el apoyo de un partido u operador que sea capaz de amontonar votos en  cantidades suficientes, Fue de prever, pues, que no bien se difundieron los resultados de las elecciones porteñas, se intensificaría la migración de intendentes y legisladores desde las filas de Pro y otros sectores políticos hacia las de La Libertad Avanza, una tendencia que, huelga decirlo, plantea un dilema espinoso a Macri.

Los más perjudicados por lo que sucedió en la Capital, el ex presidente Macri, su primo Jorge Macri y quienes les han permanecido fieles, tienen motivos de sobra para querer tomar represalias contra los autores de sus desgracias. Abandonados como han sido no sólo por el grueso del electorado sino también por Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, el dúo vengativo que, hace menos de dos años, había protagonizado una interna rabiosa que hizo naufragar a Juntos por el Cambio, no les gustará  para nada tener que conformarse con estar a cargo de lo que, hasta nuevo aviso, será a lo sumo un minipartido de influencia escasa.

Al aproximarse las elecciones en la provincia de Buenos Aires que, en opinión de virtualmente todos, tendrán un impacto decisivo en las perspectivas económicas del país, ya que los mercados tomarían un triunfo peronista por una señal de que, luego de una etapa breve de realismo fiscal, la Argentina corra peligro de recaer en el populismo facilista que la depauperó, Macri podría sentirse tentado a emular a Rodríguez Larreta que, para desquitarse de quienes le habían dado la espalda en 2023, se las arregló para hundir al partido del que había sido uno de los fundadores. 

Milei apuesta a que Macri anteponga sus convicciones socioeconómicas al rencor que le habrá causado la mezquindad de los decididos a jubilarlo prematuramente, y que, luego de pensarlo, acepte que sería mejor para el país que en la provincia el Pro se solidarizara con la Libertad Avanza, ya que la alternativa sería entregarla al kirchnerismo y, peor aún, sabotear un programa económico que, de haber sido otras las circunstancias cuando le tocaba ocupar la Casa Rosada, él mismo hubiera aplicado.

Macri cometió el error de suponer que, por compartir las ideas económicas de Milei y aportarle muchos votos, el nuevo presidente le daría un papel destacado en el nuevo orden como, por lo menos, un consejero privilegiado y, tal vez, como su eventual sucesor. Parecería que a Macri no se le ocurrió que los personajes que rodeaban a Milei estarían resueltos a monopolizar el poder y que, como recomendó el gran politólogo florentino Maquiavelo, no tardarían en poner fin a las esperanzas de quien los había ayudado a conseguirlo. Es posible que en los días que siguieron al balotaje, Milei mismo no pensara así, pero desde el primer momento, Karina y Santiago Caputo sí estaban resueltos a hacer de la eliminación del peligro que a su juicio les planteaba el fundador de Pro una prioridad.

Si el macrismo logra recuperarse del golpe que acaba de recibir, podría conformarse con ser una versión más civilizada del mileísmo, un partido republicano testimonial que sea respetuoso de las reglas tanto escritas como no escritas de la democracia y que, para comunicarse con la ciudadanía, emplee un léxico que es mucho menos escandaloso que el del presidente más malhablado de la historia nacional. Desgraciadamente para los que creen importantes tales características, parecería que los porteños no las aprecian, tal vez por coincidir con Milei en que son síntomas de debilidad ñoña cuando lo que el país necesita es dureza revolucionaria para curarlo de los males que se han acumulado en el transcurso de un siglo signado por la decadencia.

De ser así, se trataría de una actitud que dista de limitarse a la Argentina. Para alarma de muchos, hay indicios de que, en todos los países de raíces occidentales, una proporción creciente de la población está llegando a la conclusión de que los problemas económicos, sociales y geopolíticos se han hecho tan graves que convendría que hubiera gobiernos mucho más autoritarios. Así pues, al adherirse a normas que hasta ayer no más merecían la aprobación mayoritaria, los macristas parecían aferrarse a valores anticuados, a diferencia de los seguidores de Milei que se sienten plenamente en sintonía con el espíritu de la época por el que el mundo está pasando.

Sea como fuere, por reducidas que hayan sido las dimensiones de la victoria en la Ciudad de Buenos Aires que La Libertad Avanza está celebrando, ha servido para potenciar la ilusión de que el mileísmo está en vías de remplazar al peronismo como el movimiento dominante, para no decir hegemónico, del país, una ilusión que podría generar muchos votos en una sociedad en que la mayoría quisiera que los políticos dejaran de perder el tiempo disputando entre sí cuando deberían cerrar filas detrás de un programa de gobierno consensuado. No es una actitud muy democrática pero, a juzgar por la hostilidad generalizada que motivan las internas de los distintos partidos, está muy difundida en el país.

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James Neilson

James Neilson

Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986).

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