Juan Grabois tardó varias horas más que la mayoría de los políticos en despedir públicamente al Papa Francisco. Recién en el mediodía del 21 de abril, cuando la noticia de la muerte de Jorge Bergoglio ya era el principal título de los medios del mundo desde hacía varias horas, el dirigente social escribió un sentido mensaje: “Recordémoslo. Seamos buena gente, hagamos lo que podamos, no seamos tan malos”, puso en Twitter. Y completó: “Asumamos la misión que nos señaló: cuiden a los pobres, estén junto a ellos y cuiden mucho a la Madre Tierra”.
“Le costó mucho porque estaba muy afectado”, cuentan en su entorno. De hecho, declinó toda invitación mediática para dar su parecer. Es que a Grabois lo unía con Bergoglio una relación intensa, que había comenzado en Buenos Aires y se había trasladado al Vaticano.
Su amistad con Francisco le había dado un lugar especial en la escena local. Un peso específico. Más allá de su trabajo personal, también se había transformado en una especie de representante político del Papa en el país. La muerte de Bergoglio ahora lo deja huérfano de la influencia que este ejerció.
Cercanía.
Por su amistad con el Papa, y por el trabajo social que él le reconocía, Grabois tuvo acceso irrestricto al Vaticano. Era miembro del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y una fuente de consulta permanente de Bergoglio sobre el devenir del país.
“Juan nos rompía siempre las bolas con las encíclicas del Papa. No le dimos mucha bola, pero él es un gran maestro. Siento que tendríamos que haberlo escuchado más”, se sinceró Ofelia Fernández tras la muerte de Bergoglio. Grabois intentaba llevar al peronismo la voz de Francisco, autorizado por el Sumo Pontífice. Esa cercanía con una de las personalidades más influyentes del mundo occidental le daban un lugar especial en el país, un activo que ya no tendrá.
“Tenían los mismos referentes: cartoneros, obreros, costureras. Los pobres”, dicen cerca de Grabois. Poco antes de la muerte del Papa, el dirigente había escrito una carta pública: “A nosotros, los que tuvimos el privilegio de compartir pedazos del camino con él, Francisco nos marcó a fuego”, dijo. Y siguió: “Jorge es un tipo común del barrio de Flores que se hizo cura y anduvo callejeando hasta que se convirtió en el argentino más importante de la historia. Un conservador que se volvió revolucionario”.
Con Francisco en vida, Grabois estuvo en Roma por última vez a principios de marzo. Hizo vigilia durante cinco días consecutivos en el Hospital Gemelli, donde el Papa estaba internado. En aquel momento se produjo un confuso episodio que medios internacionales titularon como una posible intrusión del dirigente social en el centro de salud. Luego él mismo desmentiría la versión. “Es una estupidez”, dijo. Según su relato, no había intentado colarse y no intentaba ingresar a la sala donde el Sumo Pontífice estaba internado, sino que había ingresado para que le hicieran llegar una carta y todo había transcurrido en paz. Fue su última polémica alrededor de la figura del Papa.
Más allá de su trabajo social, que continuará inalterable, Grabois va a tener que seguir forjando su figura política sin el padrinazgo del Papa. Llegó a ser precandidato a presidente de Unión por la Patria en 2023, en una interna que ganó con absoluta comodidad Sergio Massa. Sin embargo, él cosechó un millón de votos (6% del electorado) “con dos escarbadientes”, como lo definió entonces.
La figura de Francisco también lograba que la política se fuese moldeando alrededor de sus “amigos”. Por ejemplo, provocó a fines de 2024 que Grabois se reconciliara con el ex ministro de Economía de Alberto Fernández, Martín Guzmán, que también tenía llegada al Vaticano. El dirigente social había confesado que había sido uno de los autores del “boicot al hijo de puta de Guzmán”, por el acuerdo con el FMI, pero luego de que el Papa extendiera las redes hicieron las paces.
“El Papa está a mi izquierda”, decía Grabois cuando algún peronista lo chicaneaba con sus posturas revolucionarias adentro del partido. Francisco fue el sello de la gestión del dirigente social en la última década. Seguirá predicando sus enseñanzas, pero no podrá usar su influencia. Francisco, el padrino político, ya no está. Grabois tendrá que seguir construyendo su carrera sin él.
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